viernes, 2 de septiembre de 2011

" LA GUERRA DEL GUANO Y DEL SALITRE": Algunas Aproximaciones

INTRODUCCIÓN:
Una de las características del siglo XIX es su gran densidad histórica, es decir la gran cantidad de hechos y sucesos de transcendencia histórica que contiene. El más importante de estos va ser la guerra del Pacífico (1879 – 1883), dado que marcará profundamente la historia de nuestro país, teniendo grandes repercusiones en este. Este hecho, tan significativo para nuestro país, y para los países que se vieron envueltos en esta guerra, junto con otros sucesos del Perú del siglo XIX (las guerras por la independencia del Perú, el caudillismo, la era del guano y del salitre, y el consiguiente despilfarro que se producirá) contribuirán en la formación de la imagen que se tiene del siglo XIX peruano, es decir un siglo en el que la oligarquía no logra convertirse en burguesía, en el que las clases dominantes no logran convertirse en clases dirigentes, en donde las grandes mayorías (indígenas) son excluidas y donde el Perú es sinónimo de fragmentación y desintegración. Al respecto, Basadre dirá que fue el siglo de las oportunidades perdidas, es decir un siglo en el que a las clases dominantes se le presentaron varias oportunidades para poder desarrollarse, en torno a un proyecto nacional, pero las dilapidaron todas. O como diría otro autor bien conocido, el siglo XIX es un siglo a la deriva[1], es decir un siglo en el que el Perú existe por la “obra y gracia del espíritu santo”.
El estudio y el análisis de la guerra del pacifico se hace importante, dado que en el transcurrir de este suceso se irán generando los héroes (Grau, Bolognesi, Cáceres, etc.) que, en el terreno de lo simbólico, fundarán al Perú como “nación” independiente; ya que si agudizamos el análisis nos daremos cuenta de que en el transcurrir de la independencia no se generaron héroes que el Perú pueda mostrar como modelo de civismo y amor a lo que en ese entonces se podía llamar patria. En el estudio de este suceso se pueden observar, entre otras cosas: Como se frustra, en ese momento, la formación de una burguesía nacional, la formación de la moderna burguesía chilena, la desintegración y fragmentación del Perú, como el imperialismo ingles provoca conflictos entre sus países satélites y la ausencia en el Perú de una sólida estructura estatal, con una burocracia eficiente, que defienda los interés nacionales.
Tomando en cuenta lo dicho líneas arriba, este pequeño ensayo tiene por finalidad dar al lector, desde una mirada crítica, una visión holística e integral de lo que fue la guerra del Pacifico (1879 – 1883), recalcando siempre su importancia y trascendencia para la historia del Perú.
1)    Algunas luces sobre las causas de la Guerra del Pacifico.
Una de las causas seria que en el mundo se estaban dando cambios acelerados (la revolución industrial), lo cual devendría en nuevo orden económico internacional. En este contexto, Chile no tenia con que engancharse, de manera provechosa, en este nuevo ciclo económico. El Perú, por el contrario, tenía el salitre que, de cierta manera, se convierte en el producto estrella de exportación para la época. Es entonces, que el estado chileno, junto a intereses ingleses,  ven en tener el control del salitre, arrebatándoselo a Bolivia y al Perú, una ingente fuente de ingresos.
También existía en las clases dominantes chilenas toda una tradición ideológica de expansión hacia el norte y esto se puede ver desde la llamada doctrina portales. Esta doctrina toma en cuenta que el territorio chileno no posee muchas fuentes naturales de riqueza y que las dos terceras partes de este eran agrestes par el hombre; por ende se busca la expansión hacia el norte.
Cuando Inglaterra se convierte en primera potencia mundial y colonial, desplazando a la arcaizada España, busca penetrar económicamente en las antiguas colonias españolas de América del sur. Es en ese contexto fue que establecieron relaciones las clases dominantes chilenas con las casas  comerciales británicas. Muestra de esto va ser que la exploración y explotación del salitre, en territorio boliviano, lo van hacer capitales ingleses y chilenos. Los británicos  también habían penetrado económicamente en Perú, ero sus intereses fueron perjudicados con la nacionalización del salitre y con el no pago de la deuda externa.
En su conjunto todas estas causas van a confluir para que la guerra, en ese momento, sea una cuestión de tiempo. El agravante de la situación va ser el tratado “secreto” de alianza defensiva peruano – boliviano, ya que con esto le vamos a dar la facultad a Bolivia, con una política caótica, para que, de alguna manera, pueda dar el pretexto para encender la mecha de la guerra, es decir fue como “entregarle el arma cargada a un niño”.

2)    El proceso del conflicto.
El proceso de la guerra del Pacifico es ampliamente conocido, ya que ha sido ampliamente estudiado por diversos historiadores; es así que en este apartado, por razones de tiempo y espacio, solo se hará énfasis en los hechos más importantes de este proceso.

a)     La declaratoria de guerra al Perú.” Dios nos ampare”.
Habiendo fracasado la misión diplomática de Lavalle. El 5 de abril de 1879 Chile declara la guerra  a Perú y Bolivia, por ende tenía que hacerse efectivo el tratado de alianza defensivo de 1873 entre los aliados.
Por otro lado, Chile intento, en diversas ocasiones, separar a los aliados proponiéndole a Bolivia que le cediera su litoral, y a cambio este ayudaría a la república altiplánica a tomar posesión de  Tacna y Arica. Ante estos sucesivos ofrecimientos la respuesta de Hilarión Daza siempre fue negativa.

b)     La Campaña Marítima. La audacia del Huáscar.
Obviamente en una conflagración bélica entre tres países que tenían territorios en el litoral, la primera acción bélica tenía que ser marítima.
El Perú tenía al monitor Huáscar y a la independencia[2], ambos eran blindados  y habían sido obtenidos en la década de 1860[3], pero este armamento para 1879 ya estaba necesitando una gran cantidad de reparaciones y ya eran desfasados, dado que en ese tiempo la ingeniera bélica avanzaba vertiginosamente y diez años de diferencia significaba mucho.
Bolivia era un país navalmente nulo, ya que su fuerza naval era inexistente; aunque resulte paradójico que exista un país con territorios litorales y que no cuente con una marina de guerra.
Por otro lado, Chile se había venido armando desde principios de la década de 1870, ya que tenía un problema limítrofe con Argentina por el tema de la Patagonia. Para tales fines Chile mando construir en astilleros británicos a los navíos Cochrane y Blanco Encalada[4], los cuales eran superiores a los navíos peruanos.
Habiendo se declarado la guerra, Chile asestó el primer golpe bloqueando el puerto de Iquique, donde se mantuvo quieto esperando la respuesta peruana. El 17 de mayo la escuadra peruana (la Oroya, la Independencia, el Huáscar, el Chalaco y la Limeña), junto con el presidente Prado, emprende la marcha hacia el sur desembarcando el Arica, donde se estableció el campamento general.

i)     El combate de Iquique.
El 16 y 17 de mayo  la poderosa escuadra chilena emprendió la marcha hacia el Callao, donde se suponía que la escuadra peruana estaba en reparación, mas no fue así porque esta ya había emprendido la marcha hacia el sur. Las escuadras chilena y peruana se cruzaron en el mar, pero ninguna de ellas se dio cuenta, ya que la chilena viajaba por altamar  y la peruana viajaba pegada a la costa.
Al amanecer del 21 de mayo  los navíos peruanos, Huáscar e Independencia,  se presentaban en Iquique para romper el bloqueo, donde solo se encontraban los navíos Covadonga y Esmeralda, que eran barcos antiguos de madera. El enfrentamiento bélico se dio de uno a uno. Por un lado, el Huáscar, comandado por Grau, con la Esmeralda; y por otro, la Independencia, comandada por More, con la Covadonga.
La esmeralda se pego a la costa, para que los tiros del Huáscar que no estuvieran bien dirigidos hacia ella cayeran sobre la población; percatándose de esto el almirante Miguel Grau decidió ir al espolón en tres ocasiones, siendo en la última en la que hundió a la Esmeralda.
Por otro lado, la Covadonga decidió huir, pero la Independencia fue rápidamente en su persecución. Fue en esa situación que More (jefe a cargo de la Independencia) decidió, al igual que Grau, ir al espolón, pero eso resulto fatal para el navío, ya que en su intento de hundir a la Covadonga encallo en una roca marina que no figuraba en las cartas de navegación. La Independencia pereció en el mar y sus sobrevivientes fueron, rápidamente, fusilados por la tripulación de la Covadonga.
Si antes la inferioridad de la escuadra peruana era patente, ahora, con la perdida de la Independencia, era definitiva. Es entonces que se decidió adoptar una táctica guerrillera, es decir golpear al enemigo y después retirarse, ya que nuestra escuadra no estaba en condiciones de ir al choque frontal, dada su marcada inferioridad.

ii)    Después de Iquique. Las Correrías del Huáscar.
Ante la sorpresa del enemigo y de la comunidad internacional, la presencia peruana en el mar se mantenía gallarda. El objetivo de nuestra escuadra fue alargar la guerra en el mar con el fin de que el ejército se pueda desplazar hacia el sur; a la vez manteniendo nuestras líneas de comunicaciones abiertas y generándole presión al enemigo para que no se sienta dueño del mar.
En el orden interno, la perdida de la Independencia constituyó un duro golpe que la nación quiso compensar, entre otros, con una gran colecta nacional para adquirir naves. La comisión que presidia el obispo Tordoya vio incrementarse sus fondos; y la esperanza de ver pronto en nuestras aguas uno o varios blindados, mantuvo la expectativa de muchos. Las noticias de que el blindado turco Mendechiff había sido adquirido y que ya había salido de Constantinopla, entusiasmo a los aliados[5].
La expectativa nacional se incrementaba cada vez más, ya que con frecuencia las noticias informaban las acciones del Huáscar, la Unión o la Pilcomayo en el litoral enemigo, de la Limeña o el Talismán transportando armas y pertrechos desde Panamá o de uno a otro punto de nuestro litoral. La toma de algunas naves enemigas como la Adelaida Rojas, la Saucy o la Adriana Lucia. Pero ningún hecho tuvo mayor trascendencia en el orden marítimo que la toma del vapor Rímac[6].
El Rímac era un vapor nuevo que transportaba de Valparaíso a Antofagasta 206 hombres y la caballada del Regimiento de Carabineros de Yungay, al mando del teniente coronel Manuel Bulnes. Había sido tomado en arriendo por el gobierno chileno a la Compañía Sudamericana de Vapores. En el vapor se encontraba documentación, que mostraba la fecha en que Chile iba a recibir un importante cargamento de armas para su ejército. Es entonces, que se le encomienda a la corbeta Unión, por su rapidez, la misión de interceptar y tomar el cargamento de armas chilenas en el estrecho Magallanes. El 13 de agosto, burlando a la escuadra chilena, nuestra corbeta hacia su ingreso por el estrecho, pero días después se le informo que las armas ya habían pasado. El objetivo de la misión no llego a cumplirse, pero quedo demostrada la  bravura de nuestros marinos, a los cuales no les intimidaba la superioridad bélica de la escuadra chilena. 

iii)   El combate de Angamos. Cazando al Huáscar.
Las acciones del Huáscar, y entre ellas la captura del vapor Rímac provocaron una crisis de gabinete en Chile, ya que su Ministro de Guerra, general Gregorio Urrutia, veterano de la campaña contra el Perú en 1838, fue injuriado, por lo que renuncio de manera irrevocable; su lugar fue ocupado por Rafael Sotomayor, a quien se le atribuye la estratagema que pusieron en práctica las naves que debían por fin alcanzar y obligar al monitor a dar batalla. Aunque no necesitaba ser estratega para enfrentarse y obtener la victoria, cuando se tiene la ventaja material.
Teniendo en cuenta el cómo, viniendo del sur al encontrarse con naves enemigas,  procedía el Huáscar: Marchando a toda máquina hacia el oeste y después, sucesivamente, hacia el norte; la escuadra chilena tuvo un consejo de guerra el 1 de octubre, en Mejillones, a bordo del Blanco Encalada, en el que se acordó fraccionar a la escuadra en dos divisiones; la primera seria de los buques más pesados: Blanco Encalada, Covadonga y Matías Cousiño; la segunda división, la de mayor andar, la conformaban el Cochrane, la O´Higgins y el Loa[7].
La mañana del 4 de octubre la escuadra chilena llego a Arica, donde recibió información de que el Huáscar  y la Unión habían salido al sur días antes. Así, de esta manera, los chilenos decidieron poner en práctica su plan, según el cual la primera división correría por la costa inspeccionando los posibles lugares donde el enemigo pudiera esconderse y la otra división debería ir a unas 20 millas para esperar al enemigo cuando huyera.
El 8 de octubre después de haber recorrido Antofagasta, el Huáscar y la Unión emprendieron la marcha hacia el norte. Fue entonces que se pudo divisar a lo lejos tres humos, prueba indudable de presencia enemiga; como en otras ocasiones, Grau corrió al oeste para luego enrumbar hacia el norte; aparentemente se había librado del enfrentamiento, pero a las 7:15 a.m pudo distinguir otros tres humos, provenientes del  Cochrane, la O´Higgins y el Loa. Cuando el Huáscar se vio obligado a dar combate ordeno a la Unión que se retirara para que no se perdiera otro navío, que era evidente que era el fin para el Huáscar. En el combate Grau murió, ya una granada choco con la torre de mando; al final viendo que el combate estaba perdido se intento abrir las válvulas para que el navío se hundiera y no cayera en manos de los chilenos, pero el intento fue inútil y los chilenos se llevaron al Huáscar como trofeo de guerra.
c)     La Campaña terrestre. La realidad supera a la ficción.
Con la pérdida del Huáscar el Perú perdió, definitivamente, el mar y quedo inmovilizado; mientras que Chile dispuso de todas las ventajas para desplazar a sus tropas. A penas un mes después el Perú sufrió la mutilación de su territorio, producto de la campaña terrestre. 
i)     Desembarco en Pisagua: Campaña de Tarapacá
La estrategia del ejército chileno en esta ocasión será invadir por el norte para después bajar de norte a sur en busca de su objetivo militar. Es así que cuando quieren capturar Iquique invaden por Pisagua.  Los defensores de Pisagua no pasaban de 1 200 hombres la mayoría bolivianos de los batallones “Victoria” e “Independencia”; el mando le la plaza había estado al mando del teniente coronel Isaac Recabaren, quien cedió el puesto, al general Juan Buendía. Las fuerzas asaltantes al mando del general Erasmo Escala superaban los 10 000 hombres y fueron transportadas por 14 unidades armadas y protegidas por cuatro barcos de guerra: Cochrane, O´Higgins, Magallanes y Covadonga[8]. A pesar de la abismal disparidad de fuerzas los soldados aliados lucharon arduamente y a los chilenos les tomó más de siete horas poder desembarcar.
Producido el desembarco en Pisagua el presidente Prado reunió una Junta de guerra en Arica, con el fin de coordinar el ataque al invasor antes de que se haga más fuerte. En la junta se acordó atacar a los chilenos masivamente por dos flancos: Por el norte atacaría el ejército del general Buendía, que se encontraba en un punto llamado Santa Adela, y por el sur atacaría el ejercito del Presidente Hilarión Daza, que se encontraba en Tacna.
El 14 de noviembre de 1879 Daza y su ejército llegaron a la quebrada de camarones, donde estuvieron unos días y después se regresaron (“la retirada de camarones”). Según Daza, regreso por que el ejército no quiso avanzar y algunos estaban desertando, pero según otros fue por decisión de Daza. Por otro lado, Buendía, al no recibir apoyo del general Campero que se encontraba en la frontera con Tarapacá, decidió avanzar su marcha al norte el día 16 de noviembre.
Las avanzadas de observación y de espionaje de los chilenos detectaron la marcha de Buendía y, equivocadamente, pensaron que Daza ya se encontraba en el otro flanco. Fue entonces que el ejército chileno se parapetó en el cerro San Francisco a la espera del ataque, pensando que tenían al enemigo encima. Los chilenos era 6 500 hombres, apoyados por 34 piezas de artillería. Los aliados, por su parte, sin contar con las fuerzas de Daza, que finalmente no llegaron a la batalla, sumaban unos 7, 300 hombres, compuestos por 4 000 y 3 300 bolivianos, mas 18 piezas de artillería[9].
El 19 de noviembre las fuerzas aliadas lograron emplazarse frente al enemigo. Ese mismo día se convoco a una junta de guerra, en la que recién se tomo conocimiento de que las fuerzas de Daza habían interrumpido su avance hacia el sur; ante esta situación cundió la desmoralización y el desorden, pero finalmente se decidió que el ataque se postergaría para el día siguiente y que lo que quedaba del día se iba dedicar solamente a avanzar posiciones.
En el avance de posiciones a algunos de los aliados se les escapo algunos tiros, los cuales fueron contestados por el ejército invasor, generalizándose el ataque entre los dos bandos. La mínima superioridad en cantidad de hombres del ejército aliado no pudo hacer frente a la marcada superioridad en cantidad y calidad de armamento del ejército chileno. Es así que esta batalla resulto un desastre para los aliados, el que se agravo por el desordenado repliegue, ya que muchos acabaron vagando por el desierto y otros a duras penas llegaron al pueblo de Tarapacá.
 El estado mayor chileno decidió rematar al ejército peruano del sur, enviando una división de elite al mando del coronel Eleuterio Ramírez, estas tropas estaban integradas per 4 000 soldados que buscaron sorprender a los maltrechos peruanos que penosamente se habían reagrupado después del desastre de San Francisco. La madrugada del 27 de noviembre se produjo el encuentro en el pueblo de Tarapacá, que era un pueblo andino enclavado en el fondo de una quebrada. Por las alturas apareció la vanguardia chilena, la cual fue rápidamente enfrentada por tropas peruanas del Cepita y del 2 de Mayo,  al mando del coronel Andrés Avelino Cáceres. Mientras que en las alturas Cáceres contenía el ataque, Ramírez al mando de los Zuavos del segundo de línea atacó de frente el mismo pueblo de Tarapacá, que fue defendido por el coronel Francisco Bolognesi, quien logro derrotar a los atacantes; también se encontraban presentes Alfonso Ugarte, con su compañía de civiles tarapaqueños, y los policías de Arequipa, conducidos por el coronel Ríos, quien pereció en la lucha. A pesar de esta victoria que permitió salvar pate de nuestra fuerza militar, los peruanos debieron replegarse, por falta de provisiones y armas, perdiendo la provincia de Tarapacá. Esto le permitió apoderarse al estado chileno de la provincia de los nitratos y, por consiguiente, tener capital suficiente para pelear exitosamente el resto de la guerra.
(a)  Adiós Tarapacá:
Después de la batalla de Tarapacá se perdió más de 190 000 kilómetros cuadrados de la provincia más rica del Perú. En lo económico, esto fue una tragedia, ya que perdimos la única fuente, que en ese momento, nos podía facilitar  medios económicos para proseguir la guerra y los chilenos ganaron recursos económicos para financiar su éxito. Muestra de esto es que si para 1880 la renta salitrera representaba el 5% del presupuesto nacional chileno, para 1885 representará el 52%. Esto permitió al estado chileno liberar los otros impuestos, haciendo una especie de paraíso fiscal para los empresarios e inversiones; formándose en esa situación la moderna clase empresarial y política chilena.
(b)  Entre el viaje de Prado y la dictadura del Califa.
El 18 de diciembre de 1879, un mes más tarde de su arribo a Lima, Prado abandonaba el Perú, dejando en el ejercicio del poder al anciano y casi reblandecido general La Puerta. Prado viajó a Europa alegando que su presencia en el Perú no era indispensable y que su presencia en el viejo continente aceleraría la adquisición de los navíos de guerra que tanto necesitaba el Perú. El viaje del presidente fue tomado como una fuga y pronto el descontento se apoderó de la población, la que ya se encontraba desmoralizada por los fracasos de la guerra. Fue en se contexto que se produjo el golpe de estado de Nicolás de Piérola (el califa), quien disolvió el congreso y proclamo la dictadura.
Poco después de los sucesos de Lima, que devinieron en la sustitución de La Puerta (vale decir el régimen que encabezaba Mariano Ignacio Prado), un fenómeno semejante ocurría en Bolivia. El desprestigio generalizado en el que había caído Daza, al que se le culpaba por el retiro de las tropas de Camarones y la derrota de San Francisco, desemboco en un pronunciamiento que encumbro en la presidencia de Bolivia a don Narciso Campero. Ante el hecho consumado, Daza abandono Arica, embarcándose rumbo a Panamá para seguir a Europa[10].
ii)    Desembarco en Ilo: Campaña de Tacna y Arica
En esta ocasión, al igual que en el desembarco en Pisagua, el enemigo decidió invadir por el norte de su objetivo militar y después bajar en busca de él.
El 31 de diciembre de 1879 se realizaron las primeras acciones de desembarco en Ilo sin la más mínima resistencia de los aliados. El grueso del ejército invasor, al mando del general Baquedano, desembarcaría en Pacocha el 20 de febrero de 1880. En total las fuerzas invasoras sumaban 14 500 hombres debidamente apertrechados y con gran cantidad de piezas de artillería.
Antes de un mes, una avanzada chilena al mando del general Baquedano, fuerte de 4 000 hombres, infringió al coronel Andrés Gamarra, encargado de formar un  ejército con gentes de Puno y Cusco, una derrota en las inmediaciones de Moquegua el 22 de marzo de 1880. Esta acción poco conocida y que recibe el nombre de Los Ángeles, significo la dispersión de casi la totalidad de casi la totalidad de las tropas que seguían a Gamarra y que ascendían a unos 1 000 hombres[11].
En el campamento aliado en Tacna se encontraban Lizardo Montero, al mando de las tropas peruanas, y Eleodoro Camacho, al mando de las tropas bolivianas. Entre ellos había, cierto, desacuerdo por la estrategia que se debía usar para enfrentar a los chilenos, ya que el primero planteaba que se debía esperar al enemigo aprovechando la mejor posición que se pudiera ocupar; en cambio, el segundo planteaba que sería mejor sor prender al enemigo antes que se recupere del extenuante viaje por el desierto. Esta situación se resolvió con la llegada del presidente boliviano, Narciso Campero, quien decidió llevar a cabo lo planteado por Camacho, pero dicha táctica no pudo realizarse, ya que el ejército aliado no estaba preparado para realizar tan agobiante viaje por el desierto; es así que Campero decidió volver a Tacna antes de que el ejército se disolviera. Al regresar los aliados a Tacna se dieron cuenta que el enemigo había acampado muy cerca de allí,  en Quebrada Honda. Ante eso, la decisión de los aliados fue atacarlos sorpresivamente. Fue así que, la noche del 25 al 26 de mayo, los aliados con el mayor sigilo se pusieron en movimiento e iniciaron el ataque. Los 9 000 y tantos aliados que lucharon denodadamente contra unos 14 000 enemigos, no pudieron remontar las ventajas de este en orden de artillería, caballería, mejor municionamiento y tropas mas descansadas[12]. Esta batalla conocida como el Alto de la Alianza o Tacna significo para los bolivianos el fin de la parte bélica de la guerra.
Después de la derrota de Tacna, la guarnición peruana del morro  de  Arica quedo aislada; ellos eran unos 1  200 hombres que cuidaban el ultimo fuerte Peruano en el sur. Arica era una leyenda: El morro estaba artillado y se había enfrentado varias veces a cañonazos con la escuadra chilena, además contaba con el Manco Capac, que era una batería flotante; pero Arica estaba rodeada por todo el ejército chileno en desventaja de 8 a 1. El 5 de junio el general chileno, Manuel Baquedano, decidió, vista la inmensa superioridad de sus tropas, enviar un parlamentario ofreciendo una retirada honrosa al jefe del morro. Fue entonces que se convoco a una junta de guerra en el campamento peruano, donde se decidió que se defendería el morro “hasta quemar el último cartucho”[13].
Decidida la defensa del morro hasta rendir la vida, el 7 de junio, muy al amanecer, las tropas chilenas iniciaron el asalto. La correlación entre la frase exacta del jefe y la acción de ese día, muestra la nobleza de ánimo de los defensores del Morro de Arica. No dieron tregua al enemigo que era mucho mayor en número. Desde la bahía, las naves chilenas Cochrane, Covadonga, Loa y Magallanes acrecentaban la desventajosa situación de los defensores. Pero Arica se defendió hasta el final. Territorio no entregado sino arrebatado por el enemigo en feroz acción[14].
(a)  La expedición Lynch.
El 4 de septiembre de 1880 emprendió la marcha hacia el norte la expedición comandada por Patricio Lynch. Esta expedición tenía por finalidad tomar acción sobre la costa norte del Perú, que hasta entonces no había sufrido los estragos de la guerra. Los altos mandos chilenos estaban convencidos de  que el azúcar, que se producía en el norte, era  la base que sostenía la economía peruana; es por eso que decidieron que las fuerzas chilenas tenían que quebrar la economía peruana, devastando los ingenios azucareros del norte del Perú.
(b)  Las conversaciones en Lackawanna.
El naciente imperialismo estadounidense quiso hacer notar su presencia en este conflicto, ofreciéndose de mediador. Los buenos oficios norteamericanos fueron a través de Tomas Osborn, representante norteamericano ante el gobierno chileno. Osborn cumplía así órdenes emanadas de Williams Evarst, Secretario de estado norteamericano.
Formalizada la propuesta de reunirse en busca de la paz representantes de los tres países beligerantes y los ministros norteamericanos en cada uno de ellos, se acordó que la sede de la reunión sea la bahía de Arica, a bordo de una nave norteamericana que sería la corbeta Lackawanna[15]. Los Estados unidos prometió a los aliados que si el problema no se resolvía en las conferencias e mediación, este se haba a someter al arbitraje estadounidense.
En la conferencia del 22 de octubre Chile formulo su  “Minuta de condiciones esenciales que Chile exige para llegar a la paz”, la cual consistía en: Cesión definitiva de los territorios peruanos de Tarapacá bolivianos de Antofagasta a Chile; “pago a Chile por el Perú y Bolivia, solidariamente, de la suma de 20 millones de pesos, de los cuales 4 millones serian cubiertos al contado; “retención por parte de Chile, de los territorios de Moquegua, Tacna y Arica” hasta el cumplimiento de las exigencias chilenas. Estos los aspectos más importantes; otros era: “devolución de las propiedades de que han sido despojados las empresas y ciudadanos chilenos en el Perú y Bolivia, devolución del transporte Rímac[16]. Ante las exigencias chilenas, los comisionados peruanos y bolivianos se negaron a seguir negociando, las siguiente conferencias, del 25 y 27 de octubre, transcurrieron sin que pudiera llegar a un acuerdo.
(c)  El bloqueo del Callao.
Después del combate de Angamos todavía la marina peruana va seguir realizando acciones; una muestra eso va ser que la Unión, en marzo, romperá dos veces el bloqueo chileno; pero esto será solo hasta el 10 de abril de 1880, fecha en que se producirá el bloqueo del puerto del Callao. Para enfrentar el bloqueo la marina peruana desarrollo operaciones de sabotaje y lanzo torpedos contra las naves bloqueadoras. Dos buques chilenos fueron hundidos: El Loa (3 de julio de 1880) y la famosa Covadonga (13 de setiembre de 1880), que había hundido a la Independencia al comenzar la guerra.
iii)   Desembarco en Lurín: Campaña de Lima
A excepción de los otros dos desembarcos, este se realizara al sur del objetivo militar, el que en esta ocasión seria la capital del antiguo virreinato. Para finales de 1880, numerosos transportes chilenos prot4egidos por naves de guerra realizaron el desembarco de una gran cantidad de tropas. Los primeros desembarcos se realizaron en lugares bastantes distantes como Pisco; mas al constatar la ausencia de una resistencia peruana, algunas tropas se reembarcaron y otros nuevos contingentes desembarcaron más al norte: Chilca, llegando más adelante  a hacerlo en Lurín, preferentemente la artillería, con lo que se prescindía del difícil transporte de esta a las inmediaciones de la capital[17].
El numeroso y bien pertrechado ejército invasor estaba al mando del general Manuel Baquedano. Constaba de 26 500 hombres, con 4 420 entre caballos y mulas; las piezas de artillería alcanzaban a 80 poderosas unidades Krupp[18].
La defensa de Lima, organizada personalmente por el dictador Nicolás de Piérola, se libró en las batallas de San Juan (13 de enero de 1881) y de Miraflores (15 de enero de 1881), las que constituyeron un desastre para el Perú, dado que el dictador carecía de formación militar. Pero a pesar de ello, se debe reconocer que si Piérola con la amplitud de sus redes políticas no hubiese organizado la defensa la capital hubiese sido ocupada sin la más mínima resistencia. Después de sus victorias en San Juan y Miraflores, algunas tropas chilenas se dedicaron a saquear los depósitos de licores y embriagados cometieron actos condenables contra la población civil peruana. Por temor a que pueda suceder lo mismo al ingresar las tropas chilenas a la ciudad de Lima, el almirante francés Bergasse Du Petit Thouars hizo las gestiones pertinentes para que el ingreso chileno a la capital fuese en el más completo orden.
(a)  El gobierno de la Magdalena de García Calderón.
Al ser derrotada la defensa de Lima, el dictador Piérola se retiró hacia la sierra con el objetivo de organizar la resistencia nacional en los andes; este fue otros de sus méritos.
Tras el viaje de Piérola hacia la sierra y ante la necesidad de una autoridad que nos represente ante el invasor, ya que este se negaban a tratar con Piérola; los civilistas convocaron a un congreso y eligieron, el 25 de febrero, a Francisco García Calderón como presidente provisorio; lo cual fue apoyado por los chilenos, ya que estos pensaban que podían manejar fácilmente al recién elegido presidente.
En este contexto el Perú vivirá una guerra civil entre Piérola y García Calderón, la cual terminará con la renuncia del dictador en octubre de 1882. Piérola decide renunciar porque sus generales lo abandonan; esto sucede porque sus generales se dieron cuenta de que Piérola se había desentendido de la guerra y que estaba más preocupado por su conflicto con García Calderón, también sucede porque   el presidente de la magdalena tenía  una oferta tentadora, la cual consistía en que los Estados Unidos obligaría a Chile a que acepte una compensación económica, en vez de una compensación territorial, ya que los norteamericanos pensaban hacer del Perú un protectorado. Las negociaciones de García Calderón con los Estados Unidos fracasaron por dos motivos. Lo primero es que Chile se da cuenta de las negociaciones, y toma preso al presidente de la magdalena y lo envía a Valparaíso. Lo segundo es que el presidente Garfield,  de los Estados Unidos, es asesinado y, luego, cuando se decide hacer la interpelación parlamentaria, para ver si se intervenía en el conflicto, se descubre que había habido negociados y corrupción de por medio.
(b)  Montero y el intento por reforzar la alianza con Bolivia.
Cuando García Calderón se había dado cuenta de que los chilenos habían decidido desmantelar su gobierno, consiguió que el congreso que había logrado reunir en Chorrillos eligiera como vicepresidente al contralmirante Lizardo Montero.
Montero primero estuvo en Ancash, y luego se estableció en Arequipa, desde donde, con magros recursos, intentó ejercer su poder y hacer frente a la guerra de manera bélica y diplomática.
La diplomacia de Montero se centró en reforzar la alianza con Bolivia, ya que se había visto que el enemigo quería que la república altiplánica rompa la alianza. Estos intentos por reforzar la alianza ya se habían visto con el califa, el que procuro hacer posible la formación de los Estados Unidos Peruano – Boliviano, lo que se verá frustrado por el cierre de la Convención Altiplánica, la que el día 8 de octubre de 1880 declaró que se sentía incompetente para realizar cambios tan radicales en el orden constitucional[19] .
Con Montero, los aliados se ponen de acuerdo en proponerle un plan de tregua a Chile, en el cual mejores serán las condiciones para los aliados mientras mejores resultados tenga Cáceres en la sierra central; quien se encarga de esa negociación con Chile es Bolivia, porque la república del sur no reconocía al gobierno de García Calderón ni tampoco al gobierno de Montero.
(c)  El saqueo chileno.
Es casi una constante que en las guerras se quemen y saqueen las bibliotecas y los archivos, y hasta en algunos casos se secuestren a sus intelectuales más destacados. Esto tiene como fin destruir intelectualmente al otro para facilitar su dominación, es decir se destruye su identidad y se le dificulta el poder llegar a la verdad.
En el caso de la guerra del Pacifico, los chilenos saquearon los archivos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, del Tribunal del Santo Oficio, de los Jesuitas y de la cancillería peruana. También incendiaron la Biblioteca Nacional y robaron los implementos científicos de laboratorio que recientemente había adquirido la Universidad de San Marcos.
d)     La campaña de la Breña. Las montoneras.
El 5 de abril de 1881 Cáceres sale de Lima, alcanzando tres días más tarde Jauja; allí Piérola reconociendo lo importante que podían ser sus servicios lo erigirá jefe superior político y militar de la zona centro; idénticos nombramientos recibirán Lizardo montero para la zona norte y Pedro Alejandrino del Solar para la zona sur[20].
Cáceres pensaba que, a pesar de que se había perdido casi todo, él podía continuar una guerra en pequeño o guerra de guerrillas. Fue entonces que se dedicó a organizar las montoneras, consiguiendo el apoyo del campesinado y de los terratenientes, aunque de esto solo será temporalmente.
Para lograr el apoyo del campesinado, Cáceres, tiene que enfrentarse con su clase de origen (terrateniente), para lo cual decide que los campesinos no paguen la contribución personal, licencia a sus tropas en tiempo de siembra y cosecha (ciclo agrícola), y logra que el campesinado participe activamente en la resistencia nacional. Muestra de eso son las victorias que se obtendrán en Pucará (5 de febrero y 9 de julio de 1882), Marcavalle (9 de julio de 1882) y Concepción.
e)     Iglesias y el Manifiesto de Montán. Los propietarios se rinden.
El último día de agosto de 1882 el coronel Miguel Iglesias lanzó el “Manifiesto de Montán”, en Cajamarca, en el que aceptaba que había llegado la hora de pactar la paz, aun cuando ella implicara cesión territorial. Iglesias representaba a la clase terrateniente – propietaria, que se ve perjudicada por la ocupación chilena, ya que esta significó la destrucción del mercado interno, la destrucción de sus propiedades y la imposición de cupos por el invasor.
f)      Huamachuco. El fin de la resistencia.
Cáceres, ante el manifiesto de Montán, se dispuso no solo a combatir a los ocupantes del país sino al mismo Iglesias. Empero las esperanza de Cáceres, de oponerse a la posibilidad de paz que representaba Iglesias, sucumbieron el 10 de julio de 1883 en Huamachuco. Allí tropas chilenas, con apoyo de iglesistas,  se trabaron en una batalla en que el coraje de los hombre de la Breña logro imponerse a adversarios mejor armados y municionados, casi hasta el final de la acción; infelizmente, cuando ya emprendían la retirada, los derrotados chilenos pudieron percatarse que sus flamantes vencedores, luego de varias horas de lucha, ya no contaban con municiones; entonces vuelven sobre las huellas de su huida para aniquilar a quienes no pueden defenderse, pes para la acción de cuerpo a cuerpo carecían de bayonetas[21].
Prácticamente, la batalla de Huamachuco significó el fin del ejercito que tantas veces había logrado rehacer Cáceres; para Iglesias significo su consolidación en el gobierno, con apoyo chileno, y el apresuramiento en las negociaciones de paz.
g)     El tratado de Ancón. Una paz humillante.
El 20 de octubre de 1883 se firmo el tratado de Ancón, en el que se estipulaba lo siguiente: El Perú cede en forma perpetua e incondicional la provincia litoral de Tarapacá; las provincias de Tacna y Arica continuaran poseídas por Chile y sujeto a la legislación y autoridades chilenas durante el termino de diez años contados desde que se ratifique el Tratado de paz; habiéndose cumplido el plazo, un plebiscito decidirá a cuál de los dos países quedaran anexadas Tacna y Arica, el que deberá pagar al otro diez millones de pesos moneda chilena de plata o soles peruanos de igual ley y peso que aquella; y, por último, las ganancias de la venta del guano, extraído de las provincias peruanas cedidas al gobierno chileno, se repartirán en partes iguales entre el estado chileno y los acreedores del Perú, cuyos títulos aparecieren sustentados con la garantía del guano, esto será solo hasta que se agoten las covaderas de guano en explotación.

3)    Consecuencias. El Perú hacia la “reconstrucción”.
·         La guerra cerró la posibilidad de que, en ese momento, se formara una burguesía nacional,  ya que le quito la base económica de su desarrollo: El guano y el salitre. Mientras en chile con los recursos arrebatados a los aliados se llego a formar y a consolidar la moderna clase empresarial y política chilena.
·         La guerra consolido a Chile como nación, la cual se define y diferencia en contraposición a otra; en este caso, aunque no hayan sido naciones, fueron el Perú y Bolivia.
·         En lo político, nos dejo en una situación de guerra civil entre Iglesias y Cáceres, y después de este contra otros caudillos; lo cual solo se solucionará 1895, con el advenimiento del periodo de la llamada “República Aristocrática”.
·         En la sociedad peruana cundió la desmoralización y fue atormentada por la siguiente interrogante: ¿Por qué perdimos la guerra?; la cual motivó a que diversos intelectuales, como Manuel Gonzales Prada, criticaran lapidariamente el accionar de las elites dominantes. Esto acentuó aun más la fragmentación y desintegración en el Perú.
·         El Perú se quedó sin recursos con que poder afrontar la “Reconstrucción Nacional” y con una gran deuda externa, de la cual no nos libramos en el Tratado de Ancón. Esta situación empujó a que el Perú firmara el Contrato Grace, el cual, prácticamente, significo que se estableciera un enclave en el Perú.

A MODO DE CONCLUCIÓN:

La guerra del Pacifico fue el acontecimiento más importante del siglo XIX, en el que nos vimos enfrascados, sin estar preparados, por la irresponsable política externa de las elites gobernantes y por la política expansionista chilena, la cual estaba amparada por los intereses económicos del imperialismo Ingles.  Este conflicto nos hizo ver lo empírico del estado y lo poco que se había avanzado en constituir una comunidad nacional, dado que la guerra no es un fenómeno militar, ya que este es un elemento, detrás del cual tiene que haber una estructura de estado capaz de defender los intereses nacionales. Terminada la guerra el Perú quedo en un caos económico, político  y social;  del que solo saldría después de varios años. La guerra posiblemente se perdió por lo caótico y corrupto del estado, y por las grandes desigualdades económicas y sociales, que fomentaban la desintegración haciendo que las clases populares no se sientan parte de un todo nacional. Lo más preocupante de esto es que estos factores siguen presentes hasta el día hoy en nuestro país y que, por ende, lleven a que “la historia se vuelva a repetir”, aunque no de la misma forma, pero con un contenido parecido.


[1] Heraclio BONILLA, Un siglo a la deriva. Ensayos sobre el Perú, Bolivia y la guerra (Lima, IEP, 1981).
[2] Aparte el Perú tenía a la corbeta Unión y a los monitores Atahualpa,  Pilcomayo, Manco Capac, el Chalaco, el Oroya y el Limeña, pero estos eran de menor potencia.
[3] El Perú adquiere estos dos navíos ante la amenaza española de querer recuperar sus antiguas colonias; y al salir victoriosos de dicha conflagración bélica se adquiere más armamento con el fin de llevar la independencia a otros países que estaban bajo el dominio español, tan así fue que se mando una expedición a Filipinas.
[4] Aparte Chile contaba con los navíos Chacabuco, O´Higgins, Abtao, Matías Cousiño, Magallanes, Covadonga y Esmeralda.
[5] Percy CAYO, La guerra con Chile. En: Historia del Perú, t. VII, (Lima, Editorial Juan Mejía Baca, 1981).p. 173.
[6] Ibíd., p. 174.
[7] Ibíd., p. 182.
[8] Ibíd., pp. 190 – 191.
[9] CONTRERAS/CUETO, ob. Cit., pp. 166 – 167.
[10] CAYO, ob. Cit., p. 205.
[11] Ibíd., p. 206.
[12] Ibíd., p. 212.
[13] Frase dicha por Francisco Bolognesi, jefe del morro, en respuesta al parlamentario chileno.
[14] CAYO, ob. Cit., pp. 215 – 216.
[15] Ibíd., p. 223.
[16] Ibíd., p. 224.
[17] Ibíd., p. 230.
[18] Ibíd., p. 231.
[19] José CHAUPIS, En defensa de la alianza. Piérola y Bolivia durante la guerra del Pacifico. En: Revista Historias Nº 3 – 4, (Lima, Editorial Línea Andina .S.A.C., 2006). pp. 115.
[20] CAYO, ob. Cit., pp. 247 – 248.
[21] CAYO, ob. Cit., p. 254.

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